luns, novembro 30

Out of space


Estábamos buscando un maldito tripi como desgraciados, una mísera hoja de papelillo insignificante, bien fácil de encontrar normalmente, más fácil  de encontrar en Ortigueira. Teóricamente.
Los capullos de mis amigos allí estábamos, rastreando como jodidos perros  en el puto festival de los cojones y no había ni rastro de ácido.
Atolondrado, ya preparado para explotar, a puntito de dar paso a un ataque de pura rabia roja, Gustav alzó los brazos y gritó:
-¿ Es que no se puede encontrar puto ácido en esta jodida reunión de sucios drogadictos, joder? ¡Sólo estoy pidiendo un poco de LSD, señores!
El capullo de Gustav.
¿Una palabra que defina a Gustav? Violencia. Puto desgraciado, se pasa la vida alimentando su ego hecho papilla  destrozando mandíbulas  como quien deshoja margaritas. Se alimenta del calor de la sangre robada, el muy capullo.
-Seguidme.
Mierda, ese punki acicalado me acababa de dar un susto de muerte. El muy mamón casi me provoca un infarto.
El caso es que le obedecimos. Parecía tener la calve para hacer realidad nuestro sueño, el más ansiado (en ese momento). Parecía tener delicioso ácido.
Seguimos sus pesados pasos hasta una tienda de campaña. La suya, supongo. Era de un rojo descolorido, un rojo viejo. Malditos punkis costrosos. En cuanto abrió la cremallera de la susodicha tienda, el olor a compost y heces casi provoca un gran chorro de vómito en toda la panda. Dios, podía ver las caras amarillas de pura náusea en todo el jodido festival. Pero  si el ácido era bueno (más le valía al cabrón) merecía la pena. El puto LSD, un manjar. La llave al viaje de tu vida.
Al fin, teníamos el ácido ya en el organismo.
Placer en estado puro; sensaciones  y frenesí.
Tenía sed. Oh dios, me moría de sed. Tenía la lengua como la más árida de las estepas.
Emprendí mi camino, me dispuse a encontrar agua. Puto oro líquido, joder.
Al superar la odisea de salir de la tienda, entre cremalleras y calzoncillos sucios, la vi. Allí estaba. Miki hermana, vi a Miki en Ortigueira.
Fue una visión gloriosa, la jodida definición de la estética, de lo fascinante. Viví el puto éxtasis de María Teresa.
Allí estaba ella, rodeada de borrachos  y vómito. Ella, luz. Ella, color. Ella, belleza.
Su pelo se fundía con el sol, su falda formaba el arco iris. Mientras levitaba (porque caminar sería burdo en Miki) los colores ondeaban y se conformaban en ella, dejando al mundo en blanco y negro.
-Eh tío, vamos a por agua, joder. Me muero de sed.

Emprendí mi camino, me dispuse a encontrar agua. Puto oro líquido, joder.

Alicia Piñeiro



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