“El sábado pasado, de madrugada, se produjo un accidente de tráfico en la
carretera nacional que une las capitales de Toledo y Ciudad Real, en el que
murió una persona. En el coche viajaba una pareja de mediana edad lo que más extrañó a la guardia civil es que
el accidente ocurrió en una vía donde apenas hay tráfico y en una recta. El
hombre falleció poco después de llegar al hospital y la mujer se debate entre
la vida y la muerte; la policía espera que se recupere pronto para poder
aclarar las circunstancias del suceso.”
Aún se preguntaba, ocurrió? Se planteaba si podía ser real, si lo sucedido
se encontraba entre los límites de lo concebible, de lo posible, si las leyes
de la física podían dar cuenta de ello.
Todo apuntaba a que sí, todo indicaba que no.
Escuchaba un respirador artificial. Sin embargo, solo su oreja izquierda lo podía apreciar.
Cada herida constituida por cada porción de luna quebrantada por aquel reno
azul, le quemaba. Ardía.
Aún así, apenas sentía su cuerpo.
He muerto?
De repente, percibía el cómo de sus millones de neuronas representan hasta
el mínimo detalle del dolor que sus nervios habían procesado. Existía la
sensación y el reno azul.
Un dedo, el otro, silencio; un dedo,
dos dedos, silencio. El movimiento de sus manos reproducía
entrecortadamente una serie de compases
irregulares de una sinfonía caprichosa.
Presa del pánico, se preguntaba:
Puedo ver?
-Sólo un reno azul.
De nuevo la incertidumbre acechaba, la ansiedad se adueñaba de sus
pensamientos
Que
Brincan
caóticos
Sin orden
Sin un porqué, sin un entender. Le da un vuelco el corazón parado Emite un
grito mudo y cae.
Al fin, se deja caer.
Él, una carretera. Un reno azul, reiterativo, y una luna rota en pedazos.
Alicia Piñeiro
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