Estábamos
buscando un maldito tripi como desgraciados, una mísera hoja de papelillo
insignificante, bien fácil de encontrar normalmente, más fácil de encontrar en Ortigueira. Teóricamente.
Los capullos de
mis amigos allí estábamos, rastreando como jodidos perros en el puto festival de los cojones y no había
ni rastro de ácido.
Atolondrado, ya
preparado para explotar, a puntito de dar paso a un ataque de pura rabia roja,
Gustav alzó los brazos y gritó:
-¿ Es que no se
puede encontrar puto ácido en esta jodida reunión de sucios drogadictos, joder?
¡Sólo estoy pidiendo un poco de LSD, señores!
El capullo de
Gustav.
¿Una palabra que
defina a Gustav? Violencia. Puto desgraciado, se pasa la vida alimentando su
ego hecho papilla destrozando
mandíbulas como quien deshoja
margaritas. Se alimenta del calor de la sangre robada, el muy capullo.
-Seguidme.
Mierda, ese punki
acicalado me acababa de dar un susto de muerte. El muy mamón casi me provoca un
infarto.
El caso es que le
obedecimos. Parecía tener la calve para hacer realidad nuestro sueño, el más
ansiado (en ese momento). Parecía tener delicioso ácido.
Seguimos sus
pesados pasos hasta una tienda de campaña. La suya, supongo. Era de un rojo
descolorido, un rojo viejo. Malditos punkis costrosos. En cuanto abrió la
cremallera de la susodicha tienda, el olor a compost y heces casi provoca un
gran chorro de vómito en toda la panda. Dios, podía ver las caras amarillas de
pura náusea en todo el jodido festival. Pero si el ácido era bueno (más le valía al cabrón)
merecía la pena. El puto LSD, un manjar. La llave al viaje de tu vida.
Al fin, teníamos
el ácido ya en el organismo.
Placer en estado
puro; sensaciones y frenesí.
Tenía sed. Oh dios, me moría de sed. Tenía la lengua como la más árida de
las estepas.
Emprendí mi camino, me dispuse a encontrar agua. Puto oro líquido, joder.
Al superar la odisea de salir de la tienda, entre cremalleras y
calzoncillos sucios, la vi. Allí estaba. Miki hermana, vi a Miki en Ortigueira.
Fue una visión gloriosa, la jodida definición de la estética, de lo
fascinante. Viví el puto éxtasis de María Teresa.
Allí estaba ella, rodeada de borrachos
y vómito. Ella, luz. Ella, color. Ella, belleza.
Su pelo se fundía con el sol, su falda formaba el arco iris. Mientras
levitaba (porque caminar sería burdo en Miki) los colores ondeaban y se
conformaban en ella, dejando al mundo en blanco y negro.
-Eh tío, vamos a por agua, joder. Me muero de sed.
Emprendí mi camino, me dispuse a encontrar agua. Puto oro líquido, joder.
Alicia Piñeiro